El Minotauro
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El Minotauro
Los mitos y leyendas de Creta están íntimamente relacionados con Europa y con sus hijos: Sarpedón, Minos y Radamatis. Abandonados por Zeus, tanto ellos como su madre encontraron acogida en la corte del rey Asterio, quien la tomó a ella por esposa y trató a los tres niños como si fueran hijos propios, nombrándoles sus herederos. Sin embargo, entre los tres hermanos surgió la peor de las rivalidades, la amorosa, porque los tres estaban enamorados de un mismo joven, hermoso hijo de Apolo y de la Ninfa Aria, que se llamaba Mileto. La crisis estalló cuando Mileto anunció a Sarpedón como el elegido de su corazón. Esta decisión motivó la expulsión de Mileto de la isla de Creta ya que Minos no toleraba en absoluto que le llevasen la contraria, pero también el abandono de Creta sirvió al joven de acicate para realizar la conquista de un territorio en Asia, al que se llamaría desde entonces Mileto, en su honor. Minos había reforzado con este acto su poder y, a la muerte de Asterio, reclamó el reino para sí, sin contar con sus hermanos. Sarpedón fue desterrado y Radamantis aceptó la resolución de su hermano mayor, dedicándose a sus leyes y a sus sabios trabajos y recibiendo más tarde, un tercio de la isla para su gobierno. Minos, ya rey, casó con Pasífae, hija del dios Helio y de la Ninfa Perseis. Sin embargo, no todo iba a salir tan bien como lo suponía Minos, pues Posidón, no había olvidado que el toro ritual que él enviara a Minos estaba vivo y en los establos del rey, en lugar de haber sido sacrificado. Por ello, decidió dar una lección al desvergonzado, induciendo a la recién casada Pasífae a enamorarse perdidamente de aquel toro, y que fuera al semental a quien ella se entregara apasionadamente. No fue difícil hacerse con la voluntad de la esposa, fue mucho más complicado conseguir que el toro se sintiera atraído por ella. Todo se logró tras haber recabado los servicios del ingenioso Dédalo para hacerse con un curioso disfraz de vaca en el que se introdujo Pasífae, hasta que el toro cayó en el engaño. De esta relación nació el Minotauro.
El Minotauro, es un monstruo que tenía una poderosa cabeza de toro y el resto del cuerpo humano. A Minos no le gustó ni el aspecto ni la razón de ser de aquel híbrido y fue a Dédalo para que él, de nuevo, interviniese en el asunto, aunque ahora la idea era la de encerrar a aquella criatura en un recinto de donde fuera imposible la huida, y el adulterio y sus consecuencias quedasen fuera del alcance de la visión de el pueblo cretense. En el laberinto construido por Dédalo quedaron prisioneros el Minotauro, y su pobre madre Pasífae, castigada doble e injustamente por una falta de su marido, a la que ella era absolutamente ajena. En otras versiones, sí era culpable Pasífae, puesto que en ellas se decía que había sido una falta de ella la causa del castigo, aunque el motivo no era otra cosa que haber olvidado el sacrificio ritual a Afrodita. También hay quienes atribuyen a Pasífae una vida más normal, teniendo muchos hijos para Minos y sufriendo el continuo escarnio de su desmesura sexual, pues jamás dejó el rey de perseguir a cuanta mujer atractiva se presentaba en su camino. Lo que sí es cierto es que a esta Pasífae, se la presenta como madre de tres hijas: Ariadna, Acacalis y Fedra, y de otros tantos hijos: Androgeo, Catreo y Glauco. Las muy famosas Ariadna y Fedra se enamorarían del mismo hombre, del héroe Teseo. Acacalis tuvo más fortuna, pues de ella se enamoró Apolo. De los varones, hemos de señalar que Catreo heredó el trono de Minos; Androgeo, fuerte y valeroso, murió intentando vencer al toro de Maratón. Glauco, muy al contrario de sus hermanos, no consiguió ser ni rey ni héroe, pero fue el protagonista pasivo de su propia resurrección prodigiosa.
Minos fue famoso por sus aventuras amorosas. Particularmente destaca aquélla que tuvo durante la guerra con el rey Niso, obteniendo los favores de su hija Escila. Ella se enamoró perdidamente. Tanto, que entregó la ciudad y a su mismo padre para hacer el amor con Minos. El premio recibido por Escila, después de acostarse con su amado, fue la muerte como pago a su traición, una muerte horrenda, puesto que Minos partió con sus naves hacia Creta y Escila nadó tras él, desesperada, hasta que las fuerzas la abandonaron. La guerra continuó con victorias sucesivas de las fuerzas cretenses, pero sin que se llegara a producir una batalla definitiva. Así que Minos pidió a Zeus ayuda, con la excusa de que había de ser vengada la muerte de aquel hijo Androgeo, del que también se decía que había muerto en una traidora celada de los atenienses. El dios manifestó su furia hacia los asesinos con terribles terremotos. Así siguió la tierra temblando, hasta que se produjo la rendición de los griegos, poniéndose fin a la larga y penosa tribulación con el reconocimiento de la derrota de la coalición ante las fuerzas de Minos. La paz se selló con el compromiso de pago de un tributo sangriento: siete doncellas y siete muchachos cada año grande o cada cien lunas que servirían para saciar el hambre del Minotauro y para humillar aún más a los vencidos.
Teseo fue el heroe que acabó con el Minotauro. Ariadna y Fedra, hijas de Minos, sufrieron por causa de su amor, Ariadna sufrió su abandono mientras que Fedra se casó y fue siempre amada por Teseo. Naturalmente, un ateniense debía ser quien levantase el ignominioso tributo humano al Minotauro, o, mejor aún, a la isla de Creta. Teseo fue el elegido, por su valor y su espíritu. Fue a Creta y se encaró con Minos, y allí conoció a Ariadna, que le ofreció su ayuda en la desigual lucha. Ariadna disponía del secreto de Dédalo para entrar y salir del laberinto y lo entregó a Teseo. Vencedor del Minotauro, Teseo partiría hacia Atenas, pero abandonando a la pobre Ariadna, que quedó desconsolada de tal modo, que tuvo que venir Dionisos a calmar su pesar, casándose con ella y tratando de hacerla todo lo feliz que se merecía. Más tarde, Teseo se casaría con Fedra, hermana de Ariadna y tendría con ella un hijo tan hermoso, Hipólito, que Fedra terminaría enamorada de él. Pero el amor no fue llevado con naturalidad, sino que se transformó en la retorcida trama de una dramática venganza en la que Fedra se castigó con el suicidio e hizo matar a Hipólito.
El Minotauro, es un monstruo que tenía una poderosa cabeza de toro y el resto del cuerpo humano. A Minos no le gustó ni el aspecto ni la razón de ser de aquel híbrido y fue a Dédalo para que él, de nuevo, interviniese en el asunto, aunque ahora la idea era la de encerrar a aquella criatura en un recinto de donde fuera imposible la huida, y el adulterio y sus consecuencias quedasen fuera del alcance de la visión de el pueblo cretense. En el laberinto construido por Dédalo quedaron prisioneros el Minotauro, y su pobre madre Pasífae, castigada doble e injustamente por una falta de su marido, a la que ella era absolutamente ajena. En otras versiones, sí era culpable Pasífae, puesto que en ellas se decía que había sido una falta de ella la causa del castigo, aunque el motivo no era otra cosa que haber olvidado el sacrificio ritual a Afrodita. También hay quienes atribuyen a Pasífae una vida más normal, teniendo muchos hijos para Minos y sufriendo el continuo escarnio de su desmesura sexual, pues jamás dejó el rey de perseguir a cuanta mujer atractiva se presentaba en su camino. Lo que sí es cierto es que a esta Pasífae, se la presenta como madre de tres hijas: Ariadna, Acacalis y Fedra, y de otros tantos hijos: Androgeo, Catreo y Glauco. Las muy famosas Ariadna y Fedra se enamorarían del mismo hombre, del héroe Teseo. Acacalis tuvo más fortuna, pues de ella se enamoró Apolo. De los varones, hemos de señalar que Catreo heredó el trono de Minos; Androgeo, fuerte y valeroso, murió intentando vencer al toro de Maratón. Glauco, muy al contrario de sus hermanos, no consiguió ser ni rey ni héroe, pero fue el protagonista pasivo de su propia resurrección prodigiosa.
Minos fue famoso por sus aventuras amorosas. Particularmente destaca aquélla que tuvo durante la guerra con el rey Niso, obteniendo los favores de su hija Escila. Ella se enamoró perdidamente. Tanto, que entregó la ciudad y a su mismo padre para hacer el amor con Minos. El premio recibido por Escila, después de acostarse con su amado, fue la muerte como pago a su traición, una muerte horrenda, puesto que Minos partió con sus naves hacia Creta y Escila nadó tras él, desesperada, hasta que las fuerzas la abandonaron. La guerra continuó con victorias sucesivas de las fuerzas cretenses, pero sin que se llegara a producir una batalla definitiva. Así que Minos pidió a Zeus ayuda, con la excusa de que había de ser vengada la muerte de aquel hijo Androgeo, del que también se decía que había muerto en una traidora celada de los atenienses. El dios manifestó su furia hacia los asesinos con terribles terremotos. Así siguió la tierra temblando, hasta que se produjo la rendición de los griegos, poniéndose fin a la larga y penosa tribulación con el reconocimiento de la derrota de la coalición ante las fuerzas de Minos. La paz se selló con el compromiso de pago de un tributo sangriento: siete doncellas y siete muchachos cada año grande o cada cien lunas que servirían para saciar el hambre del Minotauro y para humillar aún más a los vencidos.
Teseo fue el heroe que acabó con el Minotauro. Ariadna y Fedra, hijas de Minos, sufrieron por causa de su amor, Ariadna sufrió su abandono mientras que Fedra se casó y fue siempre amada por Teseo. Naturalmente, un ateniense debía ser quien levantase el ignominioso tributo humano al Minotauro, o, mejor aún, a la isla de Creta. Teseo fue el elegido, por su valor y su espíritu. Fue a Creta y se encaró con Minos, y allí conoció a Ariadna, que le ofreció su ayuda en la desigual lucha. Ariadna disponía del secreto de Dédalo para entrar y salir del laberinto y lo entregó a Teseo. Vencedor del Minotauro, Teseo partiría hacia Atenas, pero abandonando a la pobre Ariadna, que quedó desconsolada de tal modo, que tuvo que venir Dionisos a calmar su pesar, casándose con ella y tratando de hacerla todo lo feliz que se merecía. Más tarde, Teseo se casaría con Fedra, hermana de Ariadna y tendría con ella un hijo tan hermoso, Hipólito, que Fedra terminaría enamorada de él. Pero el amor no fue llevado con naturalidad, sino que se transformó en la retorcida trama de una dramática venganza en la que Fedra se castigó con el suicidio e hizo matar a Hipólito.
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