Narciso y Eco
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Narciso y Eco
Y cuenta Ovidio en "Las Metamorfosis", que el sabio Tiresias gozó de gran prestigio debido a lo acertado de sus adivinaciones y profecías: "Pronto se hizo célebre el adivino en toda la Beocia por la verdad de sus horóscopos y la gravedad de sus consejos. La bella Liriope fue la primera que certificó lo maravilloso de sus respuestas. El río Cefiso, enamoradizo, la aprisionó un día en el laberinto de eses de sus aguas y la violó reiteradamente. Quedó embarazada Liriope y parió un hijo de tal hermosura que desde el momento de nacer ya fue amado por todas las ninfas. Le llamó Narciso. Su madre acudió a Tiresias para que le adivinara el destino de su hijo, preguntándole si viviría muchos años. La respuesta fue ésta: "Vivirá mucho si él no se ve a sí mismo”. El tiempo se encargó de demostrar su tino en el modo de perder la vida Narciso y su pasión insana.
Entre las múltiples pretendientas de Narciso sobresalió la hermosa ninfa Eco. Se enamoró desde la primera vez que vio al gentil mancebo; mas, por haber tenido relaciones con el poderoso Zeus, al que habían cautivado los encantos físicos y personales de Eco, sufrió la ira de su regia esposa. Hera condenó a la hermosa ninfa a no poder articular nada más que la última sílaba de toda palabra que se propusiera pronunciar.
Semejante limitación léxica hará que Narciso rechace el amor de Eco y que ella, sintiéndose menospreciada, se refugie en la espesura del bosque, donde exclamará a modo de maldición: "¡Ojalá, cuando él ame como yo amo, desespere como me desespero yo!."
Ovidio describe así la inminente tragedia: "Pues bien, viendo Eco a Narciso quedó enamorada de él y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta. Al fin decide acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero... ¿cómo podrá, si las palabras le faltan?. Por fortuna, la ocasión le fue propicia. Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta por donde pueden caminar sus acompañantes y grita: "¿Quién está aquí?". Eco repite las últimas palabras: "... está aquí". Maravillado queda Narciso de esta voz dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar: "¿Dónde estás?". Eco repite: ... "de estás". Narciso remira, se pasma: "¿Por qué me huyes?". Eco repite: "... me huyes". Y Narciso: "¡Juntémonos!."
Mas el idilio no puede consumarse, pues Narciso está condenado a rechazar cualquier otro amor o afecto que no sea el suyo propio. Sólo se puede amar a sí mismo y ello constituye el más cruel de los castigos: "¡Desdichado yo que no puedo separarme de mí mismo!. A mí me pueden amar otros, pero yo no puedo amar... ¡Ay! El dolor comienza a desanimarme. Mis fuerzas disminuyen. Voy a morir en la flor de la edad. Mas no ha de aterrarme la muerte liberadora de todos mis tormentos. Moriría triste si hubiera de sobrevivirme el objeto de mi pasión. Pero bien entiendo que vamos a perder dos almas una sola vida."
De este modo, Eco y Narciso llegarán a ocupar su lugar en la historia de los amores imposibles. El propio Ovidio nos lo atestigua en la conclusión de su bello relato: "Poco a poco Narciso fue tomando los colores finísimos de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por otro. El ardor le consumía poco a poco. La metamorfosis duró escasos minutos. Al cabo de ellos, de Narciso no quedaba sino una rosa hermosísima, al borde de las aguas, que se seguía contemplando en el espejo sutilísimo."
Sólo falta contar que Narciso, antes de transformarse, pudo exclamar: "¡Objeto vanamente amado... adiós...!". Eco contestó: "... ¡adiós!", cayendo enseguida sobre el césped, rota de amor. Las náyades, sus hermanas, lloraron amargamente mientras se mesaban sus doradas cabelleras. Las dríadas dejaron que sus lamentaciones se rompieran en el aire. A todos y cada uno de los llantos y de las lamentaciones contestaba Eco... cuyo cuerpo no se pudo encontrar. Y, sin embargo, por montes y valles, en todas las partes del mundo, aún responde Eco a las últimas sílabas de las frases lanzadas por la humanidad.
Se puede afirmar que, según todos los simbolistas, la flor del narciso se llama así por la significación ancestral del mito del gentil mancebo del mismo nombre, que ha narrado Ovidio. Igualmente ha sobrevivido el narcisismo como símbolo de presunción, engreimiento y egolatría.
Entre las múltiples pretendientas de Narciso sobresalió la hermosa ninfa Eco. Se enamoró desde la primera vez que vio al gentil mancebo; mas, por haber tenido relaciones con el poderoso Zeus, al que habían cautivado los encantos físicos y personales de Eco, sufrió la ira de su regia esposa. Hera condenó a la hermosa ninfa a no poder articular nada más que la última sílaba de toda palabra que se propusiera pronunciar.
Semejante limitación léxica hará que Narciso rechace el amor de Eco y que ella, sintiéndose menospreciada, se refugie en la espesura del bosque, donde exclamará a modo de maldición: "¡Ojalá, cuando él ame como yo amo, desespere como me desespero yo!."
Ovidio describe así la inminente tragedia: "Pues bien, viendo Eco a Narciso quedó enamorada de él y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta. Al fin decide acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero... ¿cómo podrá, si las palabras le faltan?. Por fortuna, la ocasión le fue propicia. Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta por donde pueden caminar sus acompañantes y grita: "¿Quién está aquí?". Eco repite las últimas palabras: "... está aquí". Maravillado queda Narciso de esta voz dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar: "¿Dónde estás?". Eco repite: ... "de estás". Narciso remira, se pasma: "¿Por qué me huyes?". Eco repite: "... me huyes". Y Narciso: "¡Juntémonos!."
Mas el idilio no puede consumarse, pues Narciso está condenado a rechazar cualquier otro amor o afecto que no sea el suyo propio. Sólo se puede amar a sí mismo y ello constituye el más cruel de los castigos: "¡Desdichado yo que no puedo separarme de mí mismo!. A mí me pueden amar otros, pero yo no puedo amar... ¡Ay! El dolor comienza a desanimarme. Mis fuerzas disminuyen. Voy a morir en la flor de la edad. Mas no ha de aterrarme la muerte liberadora de todos mis tormentos. Moriría triste si hubiera de sobrevivirme el objeto de mi pasión. Pero bien entiendo que vamos a perder dos almas una sola vida."
De este modo, Eco y Narciso llegarán a ocupar su lugar en la historia de los amores imposibles. El propio Ovidio nos lo atestigua en la conclusión de su bello relato: "Poco a poco Narciso fue tomando los colores finísimos de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por otro. El ardor le consumía poco a poco. La metamorfosis duró escasos minutos. Al cabo de ellos, de Narciso no quedaba sino una rosa hermosísima, al borde de las aguas, que se seguía contemplando en el espejo sutilísimo."
Sólo falta contar que Narciso, antes de transformarse, pudo exclamar: "¡Objeto vanamente amado... adiós...!". Eco contestó: "... ¡adiós!", cayendo enseguida sobre el césped, rota de amor. Las náyades, sus hermanas, lloraron amargamente mientras se mesaban sus doradas cabelleras. Las dríadas dejaron que sus lamentaciones se rompieran en el aire. A todos y cada uno de los llantos y de las lamentaciones contestaba Eco... cuyo cuerpo no se pudo encontrar. Y, sin embargo, por montes y valles, en todas las partes del mundo, aún responde Eco a las últimas sílabas de las frases lanzadas por la humanidad.
Se puede afirmar que, según todos los simbolistas, la flor del narciso se llama así por la significación ancestral del mito del gentil mancebo del mismo nombre, que ha narrado Ovidio. Igualmente ha sobrevivido el narcisismo como símbolo de presunción, engreimiento y egolatría.
Invitado- Invitado
Re: Narciso y Eco
wooow.. me guustoo muchooo esta hiistoriia...
para mi la historia de narciso es muy bonita, por mas q no tenga un final feliz.
yo creo que con lo que se sabe de el se podria crear una buena historia..
para mi la historia de narciso es muy bonita, por mas q no tenga un final feliz.
yo creo que con lo que se sabe de el se podria crear una buena historia..
Invitado- Invitado
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